November 28th,

No se trata del tópico "ella lo necesita a él" o "sin él, ella no es nada".

Se trata de que cuando has querido a alguien tanto y durante mucho tiempo y ese alguien deja de formar parte de tu vida, no puedes aferrarte a nada; te rompes, te sientes perdida, no sabes cómo seguir adelante.

Estaba acostumbrada a ser tuya, pero ahora no lo soy. No quieres que lo sea.

Todavía me acuerdo cuando jugábamos a ver quién quería más a quién. Nos enfadábamos, no nos poníamos de acuerdo, reíamos, nos retábamos, éramos como críos. ¿Y sabes qué?

Al final gané yo.

November 27th,

Creo firmemente en que algunas personas, al conocerse y cuando ya se conocen, tienen algo especial que las conecta, que las junta. Como si hubiera una especie de conexión entre ellas. Es decir, ¿nunca te ha pasado que te llevas muy bien con una persona sin ni si quiera intentarlo y otras veces por más que te esfuerzas en la conversación con otra persona no hay ese algo que consigue que sintonicéis? Es un concepto realmente difícil de explicar.

Tú y yo teníamos esa conexión. Desde el primer momento en que empezamos a hablar, la conversación era ligera en vez de forzada. Teníamos temas para hablar durante horas y horas; incluso a veces no hablábamos de nada en particular, pero no importaba, seguíamos teniendo esa conexión y era agradable no hablar de nada siempre y cuando fuera contigo.

Y no sé por qué siento que te estás distanciando.

Alargo la mano para agarrar la tuya, pero nunca lo consigo; te escapas, estás lejos, no puedo hacer nada.

La conexión se está rompiendo.

No te rompas, susurro.

No quiero que se rompa.

¿Quieres que se rompa?

Y aquí estoy otra vez, llorando. No me gustan los finales, nunca me han gustado; no me gusta sentir que esto es el final. No lo es, ¿verdad? Dime que no, por favor. Necesito que me digas que no se ha acabado, que no te vas a ir, que esa conexión no se ha roto.

No te vayas. Te necesito.

Por favor.




November 25th,

La misma frase puede tener significados distintos dependiendo de su entonación.

¿Me quieres?

Me quieres.

Y es que tengo miedo. Miedo a que te vuelvas a ir sin decir adiós, miedo a leer un mensaje tuyo diciéndome que se acabó, miedo a que desaparezcas y no pueda hacer nada al respecto.

Tengo miedo de que la cosas no vuelvan a ser como antes. Y es que, en realidad, no lo son.

Todavía recuerdo cuando nos conocimos, cuando nos gustamos, cuando nos dijimos que nos queríamos. Lo recuerdo todo perfectamente. Recuerdo las peleas, los enfados, todos aquellos finales que parecían serlo y no lo fueron. Y fuimos cambiando. Las pequeñas cosas, los detalles, las palabras, los actos; todo nos cambió de una forma u otra.

No soy aquella chica tímida e inocente que un día conociste, y tú tampoco eres ese chico despreocupado y ligón que hizo que me enamorara.

Los golpes cambian a las personas y las cicatrizes siguen ahí para recordarnos que no somos los mismos y que no volveremos a serlo.

Pero mientras me quieras, a pesar de todos los cambios, peleas, celos, desconfianzas, caprichos..., a pesar de todo eso, yo te sigo queriendo.

Quiero a la persona que eres hoy, y estoy dispuesta a querer a la persona que serás mañana.

Lo prometo.

November 24th,

Me sentía sola, como si estuviera vacía. Lloraba. Al cerrar los ojos, lo único que veía era la oscuridad. Ya no quedaba nada, ya no éramos él y yo. Se había acabado. La persona que más quería ya no estaba, se había ido y no volvería.

Él.

Es difícil entender cómo se puede querer tanto a alguien. Alguien que un día te hace muy feliz, pero que al siguiente ya no está. Alguien que te hace reír, que hace que te sientas querida, que te sientas deseada. Alguien con quien irías a donde hiciera falta sin dudarlo.

Pero ya no estaba. No volvería.

¿O sí que lo haría?

Lo hizo.

Y eso me ayudó a entender lo mucho que puedes querer a alguien. Sin importar lo que pensaran o dijeran los demás, las pequeñas piedras del camino, los muros que nos quisieran separar; nada importaba porque éramos él y yo, solo él y yo, y encontraríamos la manera de estar juntos. Siempre la encontrábamos.

Se preocupaba por mí. Odiaba verme llorar. Me quería, quizá tanto como yo a él. Porque si de algo estoy segura, es de que jamás nadie va a quererle tanto como yo le quiero. Nadie va a verle de la misma manera que yo. Del mismo modo que él cuidaba de mí (porque lo hacía, como si yo fuera frágil, como si pudiera romperme aunque ya estuviera rota), yo tenía la necesidad de cuidarle a él. Prefería sufrir yo a que él sufriera y si hubiera podido, hubiera cambiado las cosas para que quien peor lo estuviera pasando fuera yo y no él. Porque tenía razón: yo no entendía por lo que estaba pasando, no sabía cómo se sentía. Pero prefería sentirme yo así, sufrir yo, a que sufriera él.

Y esa me parece una bonita definición de la palabra amor.

No estaba segura de sus sentimientos hacia mí. Nunca lo he estado. Y no era porque no confiara, sino porque yo no era él. Simplemente eso. Pero me quiere. En el fondo, a pesar de todo y quizá no como nos gustaría a los dos, de todos modos, me quiere. Y aunque sufre, no quiere que sufra yo. Eso es amor, también, ¿verdad? Espero que sí.

Ojalá pudiera abrazarle fuerte, muy fuerte, decirle que estará bien, todo estará bien, estaremos bien, y olvidarnos del mundo juntos.